Desconcierto, sorpresa y desolación en el universo sindical, que ahora espera los primeros gestos de Milei y piensa en puentes

Todo el arco sindical había cerrado filas detrás del candidato de Unión por la Patria y aportado a la militancia tradicional y a la micromilitancia. Muchos dirigentes fueron al bunker y habían convocado a movilizar. Ahora esperan los gestos del Presidente y postulan puentes para romper el hielo.

La CGT y ambas vertientes de la CTA habían cerrado filas detrás de la candidatura de Sergio Massa. La CGT incluso era uno de los espacios que promovió su postulación cuando todavía no se había cocinado la unidad del hasta anoche oficialismo.

Habían militado fuerte antes de las PASO, habían redoblado esfuerzos para las elecciones generales y, con más entusiasmo, se habían concentrado en el balotaje. Tanto es así que le ofrendaron actos, movilizaciones callejeras, comunicados y gestos de distintos tipos.

Muchos estaban en el bunker, con Héctor Daer como estandarte. Muchos otros habían convocado a movilizar a los alrededores del espacio. En todos los casos las expectativas eran positivas. Sin embargo no se cumplieron sus pronósticos. El resultado cayó como un baldazo de agua fría y provocó sorpresa.

En la CGT no hubo ganadores. Incluso el indómito gastronómico Luis Barrionuevo se había bajado del apoyo que le prestó a Javier Milei hasta las elecciones generales.

Desconcierto, sorpresa y desolación en el universo sindical, que ahora espera los primeros gestos de Milei y piensa en puentes

Sin embargo, todas las miradas apuntaron un posible puente con el nuevo gobierno: Gerardo Martínez. El líder de la UOCRA y virtual canciller de la CGT tuvo su cara a cara con el ahora presidente en una cita que sirvió para charlar, entre otros temas, el sistema indemnizatorio de la construcción.

Dentro del arco de gremios más combativos la mirada era desoladora. No sólo por la derrota política. Tras la experiencia del macrismo, que dejó persecuciones, intervenciones y presos, todas las alarmas se encendieron. De hecho no sorprendió la velada amenaza de Milei a quienes resistan a «las ideas de la libertad».

Dentro del amplísimo espectro gremial, los únicos que estaban contentos era el puñado de dirigentes gremiales que supo conformar la pata sindical de Patricia Bullrich: la autodenominada Confederación de Trabajadores y Empleadores (CTE). En la carambola de respaldos cruzados quedaron pegados a Milei y pasaron a ser una especie de representación gremial libertaria.