Con el impulso que le dieron las elecciones legislativas, el Gobierno de Javier Milei analiza una reforma laboral inspirada en el modelo griego, que permitiría jornadas de hasta 13 horas diarias y flexibilización de los convenios colectivos. La propuesta, respaldada por empresarios cercanos al oficialismo, desató rechazo en las redes pero los legisladores que la aprobarían encontraron el respaldo del voto en las urnas. Si el proyecto avanza, Argentina podría convertirse en un laboratorio de reformas laborales en América Latina, replicando modelos aplicados en Grecia y Portugal tras la crisis de deuda europea.
Un día después de las elecciones legislativas, en las que el oficialismo logró aumentar su representación en el Congreso, comenzaron a tomar fuerza los primeros borradores de la nueva reforma laboral que impulsa el Gobierno de Javier Milei.
Esta iniciativa estaría inspirada en el modelo griego, aprobado recientemente en Atenas, que extiende la jornada de trabajo hasta 13 horas diarias, tres veces por semana y hasta un máximo de 37 días al año, con un pago adicional del 40% por hora extra.
La comparación no es casual: el propio empresario Martín Varsavsky, cercano al presidente y residente en Madrid, deslizó en los últimos días la posibilidad de aplicar “un esquema similar al griego” en Argentina, durante una cena con Milei.
El Gobierno sostiene que estos cambios buscan “modernizar el mercado laboral”, reducir la informalidad, que afecta a casi el 50% de los trabajadores y eliminar lo que Macri había llamado como “la industria del juicio laboral”, que es la posibilidad de someter a juicio abusos patronales o ilegalidades cometidas por la parte empleadora.
Sin embargo, para amplios sectores sindicales y académicos, el proyecto implica una regresión histórica en derechos laborales, similar a los programas de ajuste impuestos por el FMI en Europa del Sur durante la década pasada.
En Grecia, la ampliación de la jornada laboral fue aprobada recientemente en medio de una fuerte protesta social. La ley permite a los trabajadores extender su jornada a 13 horas diarias, con pago adicional, y flexibiliza los contratos de corto plazo.

Varsavsky defendió esa experiencia como un ejemplo de “modernización laboral adaptada a los nuevos tiempos”, aunque aclaró que su propuesta para Argentina “no está cerrada y es negociable”.
Aun así, la sola mención de las “13 horas de trabajo” encendió una ola de críticas en redes sociales y en el movimiento obrero, donde se interpretó la iniciativa como una forma de “esclavismo moderno”.
Los principales gremios del país, que integran la CGT y las CTA, adelantaron su rechazo a cualquier intento de eliminar derechos adquiridos.
Desde la consultora IDESA, alineada con las cámaras empresarias, argumentaron que la clave de la modernización pasa por “romper con la ultraactividad” de los convenios colectivos, es decir, que dejen de tener validez si no se renuevan. En su visión, los acuerdos por empresa deberían tener “preeminencia sobre los convenios de rama o actividad”.
Con el resultado favorable en las elecciones legislativas del domingo, Milei busca capitalizar su poder político para acelerar reformas estructurales en el Congreso. Entre ellas, la reforma laboral, la reforma previsional y una nueva etapa de desregulación económica.
Si el proyecto avanza, Argentina podría convertirse en un laboratorio de reformas laborales en América Latina, replicando modelos aplicados en Grecia y Portugal tras la crisis de deuda europea.




