
(Por Jorge Duarte @ludistas) La marcha contra la proscripción de CFK radicalizó las posiciones en la CGT, después de lo que fueron sus idas y vueltas. Algunos recorren sindicatos pequeños para tratar de conseguir un armado que les permita enfrentar a Los Gordos. Otros hablan de un cambio de estatuto para equilibrar. Ya hay quienes acusan a sus pares de ser «sindicalistas con peluca». Silencio en el chat de dirigentes tras el bombazo de Furlán.
La movilización que este miércoles que colmó el centro porteño por CFK terminó por profundizar la grieta latente en Azopardo. Mientras que la porción mayoritaria de la central obrera impuso su número, oficialmente esquivó ir a la sede del PJ para ser parte de la organización y luego emitió un tenue comunicado que sólo se subió en redes como texto, otros empezaron a pensar en un futuro alternativo. Todo en un contexto en el que antes de fin de año la CGT se deberán renovar sus autoridades con un triunvirato de salida y la relación de fuerzas al interior de la central totalmente detonada.
El que levantó la voz este mismo miércoles fue el líder de la emblemática UOM, Abel Furlán. El metalúrgico salió a exponer públicamente a la conducción cegetista y reclamó que en forma urgente se discuta un plan de lucha “sostenido y escalonado” contra el ajuste y la “proscripción” de Cristina Kirchner.
Furlán no es un dirigente radicalizado. Si bien desbancó a Antonio Caló de perfil más negociador, Furlán participa de la conducción del PJ, se moldeó al calor de la racionalidad que le impone la negociación colectiva con las grandes siderúrgicas de la Argentina y construyó consensos para la normalización de unas 80 regionales cegetistas. «La CGT no puede permanecer inmóvil y debe actuar ante el ajuste, la represión y la proscripción política; el movimiento obrero debe encabezar una gran confluencia de luchas junto a estudiantes, jubilados, pymes y sectores golpeados por el ajuste”, dijo el jefe metalúrgico.
Y agregó que «el pueblo trabajador atraviesa una emergencia social, caída del salario real, desempleo y cierre de industrias, mientras el gobierno de Javier Milei aplica un plan de ajuste, endeudamiento y privatizaciones al servicio del poder económico y financiero».

El pronunciamiento de Furlán no tuvo eco en el chat de la CGT que permaneció en silencio todo el día. No hubo réplica alguna. Sólo vacío. «No tiene predicamento», criticó un secretario de la la central en off. Mientras tanto gremios fuertemente golpeados por el plan económico de Javier Milei, incluso UPCN con el ensañamiento particular que los libertarios mostraron con los estatales, se despegaban en silencio. «Muchos fueron, pero sólo movieron sus cuerpos orgánicos», matizó otra fuente.
De fondo, la percepción es un vacío de conducción. Ni Héctor Daer ni Carlos Acuña tienen intenciones de un nuevo mandato y ya lo explicitaron en público o en privado. Octavio Arguello, por su parte, hace las veces de delegado de Hugo Moyano que participa personalmente de las discusiones que les parecen trascendentales y lo vacía de poder. Algo parecido a lo que hizo con su hijo Pablo sobre el final de su gestión hasta su renuncia.
Claro que en el peronismo existe algo así como un horror vacui. «Ya hay varios que estamos recorriendo gremios para tratar de pensar un proyecto para la CGT. Primero tenemos que definir el proyecto, sumando a todos los que quedaron huérfanos, y después elegimos a la persona que lo puedo llevar adelante. Son muchos los que hoy no están representados», señalo un gremialista de un sindicato industrial de los que ayer participaron de la movilización.
Otros, incluso, más radicalizados proponen un cambio de estatuto que les permita dar vuelta la relación de fuerzas. Dejar de tener congresales por cantidad de afiliados, sistema con el que un puñado de gremios puede sostener la conducción sin consenso, y pasar a un esquema de 1 sindicato 1 voto. «No pueden ser como Milei, que te imponen el número y te echan», chicaneó otro que acusó a una porción de Azopardo de ser «Sindicalistas con peluca».
El sostenimiento del status quo, cosa que podrían impulsar los Gordos y los Independientes con sus delegados y algún nombre o triunvirato, implica un escenario de potencial ruptura, algo que no sería novedoso en el universo sindical argentino. Sobrevuela la idea que el Gobierno avanzará con más reformas laborales y sindicales después de octubre y son varios los que creen que se necesita pensar en un armado para hacer contrapeso por la magnitud del daño que podrían generar. La carta está en el mazo y los tiempos corren.