Golpe a la gastronomía argentina: Cierran dos restaurantes porteños recomendados por la Guía Michelin en medio de la crisis económica

La crisis económica y la abrupta caída del turismo golpean con fuerza al sector gastronómico porteño, y ni siquiera los restaurantes de alta cocina logran mantenerse a flote. Franca y Sál, dos de los 56 establecimientos recomendados por la prestigiosa Guía Michelin, han cerrado sus puertas en las últimas semanas, marcando un nuevo hito negativo en la escena culinaria de la ciudad.

Franca, liderado por el chef Julio Báez —quien también comanda el reconocido restaurante Julia— ofrecerá su último servicio este sábado. Por su parte, Sál se despidió silenciosamente a fin de mayo. Ambas propuestas habían sido celebradas por su originalidad y calidad, y su inclusión en la Guía Michelin las colocaba entre los locales más distinguidos de los más de 25 mil restaurantes registrados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“La situación no es temporal y eso es lo grave. No se puede ver a dónde termina esta crisis”, afirmó un gastronómico con casi 20 años de experiencia en el rubro a La Política Online. Uno de los propietarios de un restaurante de alta gama ubicado en Chacarita resumió así la complejidad actual: “Es una ecuación que no le cierra a nadie. Al cliente porque le resulta caro. Al personal porque no le alcanza el sueldo. Y a los dueños porque no nos cierran los costos”.

La tormenta perfecta: inflación, caída del consumo y turismo en baja

A la inflación acumulada y el encarecimiento general de insumos se suma un factor decisivo: la fuerte baja del turismo internacional, que venía siendo uno de los principales sostenes para el segmento gourmet. “Tal vez no afecta tanto a los lugares top top como Don Julio, pero a los que vienen atrás los mata”, analizó otro referente del sector, con local en Palermo al mismo medio.

Desde Franca, el comunicado difundido en redes sociales fue contundente: “Este cierre es el resultado de una realidad económica que nos toca profundamente y ya no podemos sostener”.

Para muchos empresarios gastronómicos, el escenario actual es más incierto que otras crisis anteriores. “En la gastronomía la caída es rápida y aguantar es muy difícil. Todo va a una velocidad imposible de frenar. Lo de 2008 fue duro, pero pasó. En 2019 sabías que venía un cambio. Ahora no se sabe qué puede pasar”, expresó con resignación otro dueño de restaurante.

La competencia, señalan, ya no es solo entre restaurantes. “Es contra el teatro, una salida o un par de zapatillas. Todo se vuelve una elección de supervivencia”.