Aunque las cifras oficiales muestran una mejora en el nivel de empleo y una caída del desempleo, el crecimiento estuvo sostenido mayoritariamente (el 84%) por el trabajo informal, lo que revela un deterioro en la calidad laboral y expone los límites de una ilusión de recuperación basada en la precarización, sin estabilidad, protección social ni derechos laborales básicos.
La recuperación del empleo en el tercer trimestre de 2025 muestra una cara alentadora en los números, pero preocupante en la calidad del trabajo generado. De acuerdo con un estudio de la consultora Politikon Chaco, la tasa de empleo alcanzó el 45,4% a nivel nacional, con la incorporación de 302 mil nuevos ocupados respecto del trimestre anterior. Sin embargo, detrás de este crecimiento se esconde un dato clave: la informalidad fue el principal motor de esta mejora.
Si bien el aumento del empleo suele interpretarse como una señal positiva para la economía, el informe advierte que el 84% de los nuevos puestos creados en la comparación interanual corresponde a trabajo informal. Es decir, más de 200 mil personas accedieron a ocupaciones sin estabilidad, protección social ni derechos laborales básicos, lo que evidencia un deterioro en las condiciones de trabajo más que una verdadera recuperación del mercado laboral.
El Gran Buenos Aires (GBA) concentró la mayor parte de este crecimiento, explicando el 64% de los nuevos ocupados interanuales y el 84% de los trimestrales. Esta fuerte dependencia de una sola región no solo profundiza las desigualdades territoriales, sino que también refleja un patrón de crecimiento frágil, sostenido en empleos precarios y de baja calidad.
Las disparidades regionales refuerzan este diagnóstico. Mientras el GBA y la región Pampeana superan la tasa de empleo nacional, otras zonas como el NEA y la Patagonia muestran retrocesos interanuales. Incluso en regiones donde el empleo crece, como el NEA en la comparación trimestral, el avance no garantiza mejores condiciones laborales ni una inserción formal en el sistema productivo.

En paralelo, la tasa de desocupación descendió al 6,6%, con una reducción de 133 mil personas respecto del trimestre anterior. No obstante, este descenso debe leerse con cautela. La baja del desempleo no necesariamente implica una mejora estructural si quienes salen de la desocupación lo hacen para incorporarse a la informalidad.
El escenario actual plantea un desafío central para las políticas públicas: no basta con crear empleo, sino que es imprescindible generar trabajo de calidad, con salarios que permitan vivir, derechos laborales, acceso a la salud, etc. La expansión del empleo informal puede aliviar coyunturalmente las estadísticas, pero a largo plazo debilita el sistema de seguridad social, reduce la recaudación y consolida un modelo laboral desigual.




