«Costos laborales»: las dos opciones de Dujovne

(por Pablo Cano) Según informa de la CIARA (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina), la liquidación de divisas de los industriales oleaginosos y los exportadores de cereales superó los 25 mil millones de dólares en el año 2016. Esto es prácticamente un 25% más de lo liquidado durante el 2015, con el agregado de que el tipo de cambio entre un año y otro tuvo una diferencia del 40% a partir de la devaluación. Además, no debe olvidarse que en el año 2016 el complejo agroexportador se vio beneficiado por la quita de retenciones, lo que le otorgó tasas extras de ganancias al suprimir cargas impositivas. Con sacar las cuentas en el aire alcanza: el complejo agroexportador tuvo un 2016 brillante, lo que explica -entre otras cosas- la notable expansión en la venta de la Hilux 4×4 y del veranito que vive el sector de servicios agropecuario. Un sector que, por más que se busque sumar y exagerar su capacidad para generar trabajo, no incluye ni al 8% del total del universo de los asalariados registrados.
La pregunta entonces es: ¿alguien escuchó alguna queja de los dueños de las empresas exportadoras, de los productores de agroquímicos o de algún actor vinculado a las exportaciones agrícolas acerca del costo laboral? Difícil. Quizás se pueda encontrar por ahí alguna perdida, vinculada con el costo del transporte -básicamente terrestre y específicamente camioneros- pero no mucho mas que eso.
Por el contrario, si se busca en ese mar de información que es la internet, se encontrará que los trabajadores aceiteros, por ejemplo, han recibido un bono de $ 21500. Y que además su exitosa paritaria prácticamente estuvo en el nivel inflacionario real (40% aproximadamente). Claramente, el costo laboral no es un problema si los patrones pueden afrontar esos números. De todas formas, el aumento y bono representan apenas  el mantenimiento del poder de compra del salario, en un año de inflación alta y depreciación del poder adquisitivo.
No tienen tanta suerte los trabajadores rurales, pero esto habría que adjudicárselo a su representación gremial ejercida por el amigo de Macri y Maria Eugenia Vidal, el célebre Momo Venegas. Durante el año pasado, este personaje estuvo mucho mas preocupado por recuperar las riendas del RENATRE que por mejorar el salario de sus trabajadores, negociando un aumento en tramos del 35% para sueldos que no superan los $ 11.500,- en una escala que arranca por debajo de los $ 8000. Así, las penas son exclusivamente de los representados por el Momo.
Mas allá de esta disgregación, el punto es que “el costo laboral” que tanto menea el nuevo ministro de Hacienda -quien hasta hace poquito sumaba a su chanchito con un contrato en el Senado de la Nación y con la venta de publicidad en el programa que hacía en TN con Carlos Pagni- no tolera la prueba ácida de la realidad. Al complejo agroexportador que mejor compite en el mundo (Argentina está entre el primer y cuarto lugar de los exportadores de aceites y distintos granos) no le mueve el amperímetro el “costo laboral”. Y por el contrario, ese “costo” no le impide estar en el podio del comercio internacional. Así las cosas, está claro que no es la carga impositiva del salario lo que afecta el despegue de la economía argentina.
Lo único que parece claro es que cuando es negocio para el capital, ahí se paga al trabajador lo que el trabajo más o menos demanda como retribución justa. Entonces, el desafío del gobierno y del amigo de Pagni pareciera ser cómo genera una economía virtuosa dónde el capital haga negocios y pague los costos de manera razonable. Y no,  tal como propone la agenda noventista de achicar “costos laborales”, bajar los sueldos para que la rentabilidad del capital aumente por vía de la plusvalía, en lugar de que lo haga por la perfomance del negocio en sí. La torta sigue siendo una sola y el gobierno puede elegir entre hacerla mas grande o cortar las porciones distinto. Ya sabemos quienes se favorecen cuando esto último sucede.