La empresa Gonzalo Snacks, un emblema de Guaymallén por más de 70 años, será subastada el 7 de noviembre con una base de $280 millones. Los 24 ex empleados, despedidos por WhatsApp en diciembre de 2024, esperan que la venta les permita cobrar parte de las deudas salariales.
La fábrica Gonzalo Snacks, una empresa familiar que se convirtió en emblema provincial, será rematada judicialmente tras declararse en quiebra, marcando el triste final de una era.
La subasta, ordenada por el Segundo Juzgado de Procesos Concursales y a cargo de la martillera H. María Manucha, se llevará a cabo el próximo 7 de noviembre de forma electrónica. Con un precio base de $280 millones, el remate incluye los dos inmuebles de la empresa en Guaymallén, toda la maquinaria industrial, mobiliario, un vehículo y, de manera crucial, la marca registrada “Gonzalo Snacks”, lo que permitiría a un nuevo comprador reactivar la producción.
El cierre de la planta en diciembre de 2024 dejó en la calle a sus 24 empleados, quienes vieron truncas sus esperanzas de formar una cooperativa para salvar la fuente de trabajo. “Nos comunicaron por WhatsApp que no iba a abrir hasta nuevo aviso. Nos quedamos sin trabajo justo antes de las fiestas”, relató con pesar Luis Sartorio, quien dedicó más de treinta años de su vida a la fábrica.
Para los ex operarios, el remate representa la única oportunidad de cobrar, al menos parcialmente, las indemnizaciones y salarios adeudados. “El monto base es mucho menor a lo que nos deben, pero al menos podríamos recuperar algo. Las máquinas están bien, se podría volver a producir”, afirmó Sartorio, reflejando un tenue hilo de esperanza entre sus compañeros.

El lote de bienes a subastar es completo y evidencia el pasado productivo de la fábrica: incluye desde selladoras, cortadoras y peladoras automáticas, hasta computadoras, sistemas de seguridad y el mobiliario de oficina. Los interesados podrán inspeccionar las instalaciones y los activos el 29 de octubre. Según el fallo judicial, quien resulte adjudicatario tendrá derecho a continuar con la actividad comercial bajo la misma denominación, una posibilidad que mantiene viva la ilusión de que la marca pueda resurgir.
En su época de esplendor, la empresa se asoció con el fundador de los supermercados Vea, José Ángulo, y expandió su catálogo más allá de las papas fritas, incluyendo maníes, palitos salados, pororó, tutucas y los característicos “puflitos”. La planta llegó a ser un espacio donde los trabajadores desarrollaban carreras de décadas, forjando un profundo sentido de pertenencia.
Sin embargo, según relatan, el declive llegó en 2024. Una helada devastadora que afectó la producción de papa en la región fue el golpe del que la empresa no pudo recuperarse. Comenzó a acumular deudas, las ventas cayeron y los créditos bancarios fueron denegados, hasta que la deuda superó los $100 millones. “Nos decían que no había insumos, que el invierno había sido muy crudo. Después, simplemente no abrieron más”, recordó otro de los operarios.



