La OIT pidió más protección por los cambios tecnológicos

El futuro del trabajo, tema abordado en una conferencia organizada el pasado martes por la oficina de la OIT en Argentina, se perfila hacia cambios que lo caracterizan por la atomización y la externalización, es decir fuera de las empresas, modalidad que se estima cubrirá 20 por ciento del empleo total, alertó el director del Departamento de Investigación de la entidad multilateral tripartita, Raymond Torres.

El investigador hispano francés, compartió la jornada de análisis con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el presidente de la Copal y vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja; Guillermo Zuccotti de la CGT; Mercedes Marcó del Pont, directora de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (Fides); Oscar Valdovinos, asesor de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), presentados por el director de la OIT en Argentina, Pedro Furtado de Oliveira.

A diferencia de otros cambios tecnológicos en el pasado, «los actuales procesos de digitalización y amotomatización derivan en la fragmentación de los procesos productivos, lo que tiene un impacto potencialmente masivo sobre el mundo del trabajo», como la atomización y la externalización, explicó Torres.

Según el jefe de investigadores de la OIT, el proceso actual de irrupción de los avances tecnológicos está determinando una destrucción del empleo en algunos sectores más rápida que la creación de nuevos puestos, con mayor incidencia en los trabajos altamente capacitados, lo que «hace prever que en los próximos 20 años haya escasez del trabajo».

Una especial referencia mereció el desempleo juvenil, a la que calificó de «gravísima», y que «será entre dos a tres veces superior a la de los adultos, sobre todo en los puestos muy calificados».

«¿Están las economías preparadas para enfrentar esta situación? Las tendencias mundiales son pesimistas», planteó el experto y describió el actual contexto de 200 millones de desocupados, crecimiento económico débil, inversión productiva estancada en los países desarrollados e insuficiente en las naciones en desarrollo.

Ante este escenario, Torres puso especial énfasis en la necesidad de mayor inversión, de políticas públicas que frenen el empeoramiento de la situación cuando se intente buscar la competitividad de la economía; de evitar la desregulación del mercado laboral, ya que «no aporta para la creación de empleo sino que amplía la desigualdad», de repensar la relación entre el derecho laboral y el comercial, y de reformular la protección social y la seguridad laboral, de manera de contener a las nuevas modalidades del trabajo.

También llamó a buscar maneras para desarrollar nuevos tipos de empresas, como las de la economía social y solidaria, y cuestionar el alcance de representatividad del actual tripartidismo ante la nueva realidad de la fragmentación laboral.

En tanto, Valdovinos, sostuvo que el proceso de renovación del trabajo generó un «neoproletariado», que incluye la informalidad, el autoempleo, las cooperativas, los vendedores ambulantes, artesanos, la agricultura familiar, entre otras actividades.

«No hay visibilidad institucional para este sector», reclamó y pidió el diseño de nuevas políticas públicas para generar nuevos tipos de empleos, como el asociativismo o trabajos semipúblicos, además de urgir a encontrar los caminos para el pleno funcionamiento del aparato procuctivo.

Marcó del Pont destacó que «el fenómeno de fondo al que no se le ve salida cercana es la pérdida de participación del trabajo como la contracara del capitalismo global financiero», mientras que Zucotti consideró que el cambio tecnológico «responde a patrones de producción» por lo que requirió la directriz del estado.

En su rol de presidente del Departamento de Política Social de la UIA, Funes de Rioja enumeró acciones para enfrentar el proceso, entre ellas insistir con el diálogo social ante los interrogantes que plantean los cambios; avanzar hacia la mayor calificación posible de los recursos humanos; instalar la sinergia entre capacitación, educación y empleo, para lo cual propuso extender la red global que viene implementando en algunos países la Organización Internacional de Empleadores (OIE), y «entender que el crecimiento y el empleo van de la mano y que no puede existir uno sin el otro».

«El mundo está en peligro no sólo por las guerras, el terrorismo o la hambruna, sino porque perdió la noción de la importancia del trabajo», que «es el organizador de la vida» y «resultante, pero a la vez factor de desarrollo», destacó el ministro en sus palabras de cierre de la conferencia.

A la amenaza de destrucción del empleo, Tomada la circunscribió a una decisión política y colectiva, y llamó a «estar atentos» porque «si bien habrá que ajustar cosas, tenemos que seguir pensando en el trabajo».

En particular, se refirió a los trabajadores precarizados como primer eslabón de las cadenas de valor, sobre los que pidió «no resignarnos a convertirlos en una subclase» y tomar su situación como «parte central del debate del futuro del empleo».

Por último, el ministro instó a practicar el diálogo social propugnado por la OIT en todas las estructuras, sobre todo, en los lugares de trabajo, donde la democracia sindical está en deuda».

«Que el trabajo cambie, pero que siga habiendo trabajo», que es «la principal y más fenomenal herramienta de inclusión social», concluyó Tomada, quien recibió una cálida despedida de su gestión de doce años de la cartera laboral por parte de los panelistas, asistentes y funcionarios de la OIT.