Otra CGT en busca del Atril

(Por Pablo Cano) El desafío del sindicalismo en tiempos libertarios. La primera disyuntiva que debe abordar la CGT es preguntarse a quienes aspira representar porque la obviedad de tal suposición está en crisis. Si la CGT se repliega sobre el ideario del S. XX uno esperaría respuestas del S. XX. ¿Está dispuesta?

¿Sabés lo que hubieran sido los ´90 si nosotros no estábamos?... hace algún tiempo reflexionaba en modo retórico uno de los integrantes de la nomenclatura mayor de la CGT de aquellos años-que aún sigue tallando en estos días- ante un módico auditorio que le evitó la repregunta obvia por el respeto corporativo que el movimiento obrero tiene para con los propios. ¿Será esta la misma reflexión que está cocinando de cara al futuro el nuevo triunvirato cegetista al hacer todos los gestos posibles para que el gobierno los siente en una mesa para negociar?

El recambio de nombres en la cúpula de Azopardo hasta ahora tiene poco de cambio del chip defensista que viene hace largo rato ordenando la estrategia de la organización madre del sindicalismo argentino. A lo sumo, un fino observador podría ver un intento de recalibrar algo de la comunicación cuando aparecen en el universo de voceros del campo popular (periodistas, analistas, streamers, etc) distintos actores ponderando los perfiles de los nuevos integrantes, especialmente a dos de ellos, en un sano indicio respecto de la necesidad de invertir en la construcción de un sentido común que reincorpore a la columna vertebral del campo popular a la narrativa de estos tiempos. Sin embargo, frente a un nuevo diciembre que se tiñe de una agenda prolífica en pérdidas de puestos de trabajo formal y toma envión otro ajuste que sigue desmembrando lo mejor de la burocracia estatal, si uno husmea la semántica de esta nueva (?) CGT encontrará nulo maximalismo de cara al natural pedido de diálogo que debe hacer siempre el movimiento obrero organizado…como le pasó al kirchnerismo con el encarcelamiento de CFK, parece estar pasando con la CGT: ¿Qué quilombo se va a armar?

Está largamente narrado el cambio de la base trabajadora que históricamente representó el sindicalismo peronista. Desde la economía de aplicaciones con sus nuevos “colaboradores” que trabajan cuando quieren a la sedimentación que ha operado en la PEA larguísimos años de un piso de 35% de trabajo informal, vacaciones, aguinaldo, bonos e incluso la caja navideña son ítems de unos pocos privilegiados que, aunque siguen siendo cuantitativamente importantes, carecen de centralidad en la percepción cualitativa que las clases medias y medias/bajas tienen sobre el mundo del trabajo. Por eso la primera disyuntiva que debe abordar la CGT es preguntarse a quienes aspira representar porque la obviedad de tal suposición está en crisis. Si la CGT se repliega sobre el ideario del S. XX uno esperaría respuestas del S. XX, el viejo axioma de Lorenzo Miguel: “Pegar y Negociar”. ¿Esta CGT pega?, ¿Está dispuesta a parar, a movilizar, a piquetes de fábrica y bloqueos del transporte público?. Ojo que la trampa de recitar que no están las condiciones para eso es una subversión de planos, si vas a poner sobre la mesa la defensa del sistema corporativo del derecho laboral colectivo del siglo XX, tenés que defenderlo como en el Siglo XX.  ¿Negociarían Rucci, Ubaldini o el propio Lorenzo Miguel con Diego Santilli o con Santiago Caputo? No, la CGT sabe que el acuerdo es con quien toma decisiones y por eso la negociación es con alguno de los hermanos Milei y con los subalternos de éste irían los voceros, las segundas líneas, pero no los Jefes. Estos jefes cegetistas se han acostumbrado demasiado al cuchicheo de sobremesa con los círculos rojos del poder vernáculo sintiéndose pagos con el cubierto y allí se encuentra la base de la doble nelson a la que están expuestos: la pésima imagen pública y el deterioro de sus organizaciones y sus cajas… más que juntarse con Sergio Massa les vendría bien la asesoría de un «Chupete» Manzano para enfocarse en las cosas que le importan y están a su alcance.

Otra CGT en busca del Atril

En este veranito de supremacía libertaria la CGT pareciera contentarse con aguantar y esperar a que llegue otra estación mientras la corporación que pretende representar en un ideario corporativo del país peronista se disgrega entre los avances tecnológicos y la pauperización de una economía extractivista y de servicios que manda al fondo de la historia al trabajador industrial que fue el núcleo duro del poder real de la CGT (algo de esto se ve cuando los aceiteros de Daniel Yofra ocupan el lugar que era de la UOM y SMATA). Incluso con la tentación de leer estos tiempos como una transición en la cual se reacomodarán los factores de poder y éstos naturalmente tenderán a fortalecer grandes bloques de empleadores y trabajadores a fin de organizar mejor el modelo económico sobreviniente. Si esto fuera así, en la CGT deberían estar, además de Yofra, los sindicatos de energía y minería y los conurbanos terminarían representados en la CTEP dando la derecha al supuesto de permanencia identitaria de la economía popular planteado por Pérsico/Grabois que sepulta definitivamente al trabajador de clase media del segundo y tercer cordón y/o del Gran Rosario.

Para quienes ven que la Argentina se viene deslizando hace largo rato hacia ser un país latinoamericano, los últimos resultados electorales en los distritos señalados parecen darle auspicio a tal hipótesis obligando a la CGT a reconfigurarse en ser una representación de una élite que -probablemente- no pueda ser conducida ni contenida por los viejos aparatos sindicales que todavía aportan músculo y mucho menos representada o comprendida por una herramienta que mira el futuro con reflejos del pasado.

Por el contrario, si el nervio que aún existe en las bases de delegados y cuadros intermedios mucho mas como (sana) inercia que como comprensión de los tiempos impulsa el accionar cegetista, la lectura que viene imponiéndose respecto del modelo mileista (unos noventas mas berretas que deja a la buena de Dios a 2/3 del sistema productivo local) obliga a una vanguardia de lucha ya no por los privilegios fruto del marco laboral colectivo e individual alcanzado en los ’70, sino a la expresión de un modelo de país alternativo que implica interpelar tanto al mercado como al estado respecto de la organización virtuosa de esas dos patas con el universo (a recrear) de las clases medias laburantes. Como le pasa al cuerpo que dicen vertebrar, hace rato que la CGT perdió la iniciativa propositiva de marcar su propio proyecto de país en pos de reclamar el lugar de sentarse a discutir el país que proponen los poderes permanentes. Nadie pide que el anodino documento del año pasado (“Agenda para un nuevo contrato social”) se transforme en el programa de Huerta Grande, sí que el espíritu de éste imante las acciones del presente. Claramente no es fácil el desafío que se le impone a la CGT de acomodarse a un fenómeno político y social que -a lo sumo- puede rastreársele orígenes en la aún reciente post pandemia. Sí se le puede reclamar la cuota de rebeldía estratégica que el último líder por todos sus miembros reconocidos (el Papa Francisco) solía plantear de cara al avance de las peores caras del capitalismo “Hagan Lio”.

En pleno fervor del ensayo macrista de llevar la Argentina a una “modernidad” de centro derecha, a varios de los auspiciantes de esta nueva conducción cegetista le birlaron el atril. ¿Querrán Sola, Arguello y Jerónimo pasar a la historia por haberlo recuperado?