«Operación Vallese», la otra historia detrás del primer desaparecido del movimiento obrero

Las bandas parapoliciales de la Triple A pusieron en la mira y ejecutaron al periodista Pedro Barraza por haber expuesto en los años ’60 a los culpables de la desaparición forzada del militante peronista Felipe Vallese y porque tampoco pudieron tolerar que este trabajador de prensa mantuviera de forma libre y abierta una relación amorosa con el fotógrafo Carlos Laham.

Pablo Waisberg, periodista y escritor, se propuso rescatar del olvido la trayectoria de Barraza, su militancia y su compromiso con la verdad en el libro «Operación Vallese, el hombre detrás de la historia», un trabajo publicado por el Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP), una de las organizaciones que adhiere al Sindicato de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Sipreba).

«Barraza se comprometió con un tema difícil en un momento crucial de una Argentina en la que el peronismo vuelve a estar estar proscripto. Se comprometió con el esclarecimiento de un hecho muy grave como el de la desaparición de un militante», señaló Waisberg en un diálogo con Télam.

En las revistas «El Compañero» y «18 de Marzo», dos publicaciones vinculadas a la resistencia peronista, Barraza cubrió el caso de la desaparición de Vallese, un obrero metalúrgico y delegado sindical capturado por efectivos policiales de la bonaerense cuando llegaba a la vivienda que habitaba en el barrio de Flores, el 23 de agosto de 1962.

Con rigor informativo y la vocación militante de alguien que estaba vinculado con las primeras formaciones de la Juventud Peronista, Barraza sindicó como principal responsable del secuestro de Vallese al oficial principal Juan Fiorillo, que revistaba en la Unidad Regional San Martín.

Las indagaciones de Barraza, y el trabajo que los abogados Luis Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde plasmaron en el libro «Proceso al Sistema» (publicado en 1965 y financiado por la UOM que conducía Augusto Timoteo Vandor) permitieron en 1971 que el oficial fuera condenado por privación ilegítima de la libertad.

Años más tarde, Fiorillo recuperaría la libertad y se sumaría a las bandas de la Triple A y se encargaría de perpetrar una venganza contra Barraza, a quien hallaron el 13 de octubre de 1974 en un baldío de Villa Soldati, tras ser acribillado junto a Laham, su pareja.

Waisberg es un periodista que junto a Felipe Celesia publicó varias investigaciones sobre el pasado reciente de Argentina como «Ortega Peña, la ley y las armas», «Firmenich, la historia jamás contada del jefe montonero», «La Tablada, a vencer o morir, la última batalla de la guerrilla argentina» y «La Noche de las Corbatas».

El autor aseguró que tuvo contacto con la historia de Barraza cuando escribía la biografía sobre Ortega Peña, abogado de presos políticos en los años ’70 y una de las primeras víctimas de la Triple A, y confió que contar la historia de ese trabajador de prensa era «una asignatura pendiente» que pretendía concretar.

«Supimos que había investigado el caso Vallese, algo que también habían hecho Ortega Peña y Barraza. Había cosas de su historia que debían ser contadas. Un periodista de gran capacidad y desenfado, que tuvo la gran valentía de asumir su sexualidad en momentos en los cuales era difícil decir que se era gay», remarcó.

Waisberg consideró que hay varios puntos de contacto entre la vida Barraza y la trayectoria de Rodolfo Walsh, y que esa era también una de las aristas que hacían de este cronista del caso Vallese una figura más que interesante.

«Comenzó su militancia política en el antiperonismo, algo similar a lo que le pasó a Walsh, pero a medida que crece la resistencia y se mantiene la proscripción, se identifica con los perseguidos y utiliza el periodismo como una herramienta para denunciar los abusos y crímenes del poder. Hay algunas similitudes, pero no se pueden comparar», aclaró a la hora de reconocer la preeminencia del autor de «Operación Masacre».

El libro también da cuenta de la participación de Barraza en los «Happenings» que llevaba a cabo en el Buenos Aires de los ’60 la intelectualidad que se congregaba en el Instituto Di Tella, su afición por la marihuana, su espíritu trasgresor y la relación con el fotógrafo Laham, con quien decía integrar la agrupación «Los Putos Peronistas», como una forma de desafiar la moral establecida.

«No sé si la agrupación existió, pero creo que era una forma de bromear con esa tendencia que tenía la izquierda peronista cuando afirmaba que tenía organizaciones para cubrir cada uno de los frentes que había», explicó.

Barraza realizó a principios de los ’70 una crítica publicada en el diario La Opinión sobre un libro esotérico escrito por José López Rega, a quien bautizó como «el astrólogo», algo que «pudo sumar un motivo más para ser colocado en la mira» de la violencia parapolicial.

«Era un provocador. El apodo de ‘el astrólogo’ es un antecedente de «El Brujo», como se lo conocería a López Rega cuando asume como ministro de Bienestar Social de (Juan Domingo) Perón y funda la Triple A. Fue algo que sin duda sumó para que Barraza se convirtiera en víctima de la violencia paraestatal», puntulizó Waisberg.