Los otros 90 y el negro capataz

Si en las próximas horas nada desautoriza estas lineas, la participación de Hugo Moyano en la obra implicará que éste acepta su papel “protagónico-de reparto” en esta función que prepara Mauricio Macri y en la cual logra reservarse el rol de actor principal, director y guionista.

Los vaivenes entre la posición fijada por Moyano jr y su padre deben enmarcarse más en una relación filial de alta complejidad que en un astuto -y obvio- juego de policía malo-policía bueno. Es que al fin de cuentas, Moyano padre se encamina a la recta final de su vida pública y ese contexto busca el reflejo en el espejo que le permita verse como un dirigente social (político, deportivo, sindical) respetado más que temido. Por ello quizás los productores del film hayan encontrado la veta suficiente para que la relación M&M se encuadre en la receta del win-win.

Sin embargo, sabemos que las películas -por mas que se basen en hechos reales- discurren en licencias poéticas que probablemente la realidad no tolere y he aquí donde empieza este breve análisis de la actualidad sindical.

Los otros 90

Si pudiéramos traspolar sensaciones en el mundo del trabajo como alguna variable mensurable cual “Índice Laboral de Percepción Colectiva”, el ILPC para los amigos, diríamos que estamos, una vez más, en pleno 1995. Se percibe una desaceleración de la demanda de trabajo muy cercana con otra realidad, diametralmente distinta, aunque no “tan instalada”: la pérdida efectiva del empleo empieza a construirse un discurso social “mainstream” que hace foco en el mantenimiento de los puestos de trabajo relegando el poder adquisitivo del salario.

Mientras hay un frente externo de suma complejidad, la representación sindical formal del movimiento obrero, de alguna manera, puede ser explicada como dos bandos. Uno que se encuentra mucho mas predispuesto a colaborar con el gobierno y/o la patronal que a exigir la defensa de los puestos de trabajo y los derechos de los trabajadores; y el otro que -justamente- se plantea lo contrario al primero.

Por último, los conflictos de las clases populares son mucho más visibles en el caso de desocupados y trabajadores informales que en el caso de trabajadores. Sin embargo, a diferencia de 1995 el índice de desempleo hace por lo menos un lustro que viene reduciéndose cualquiera sea la forma en que se mida y el poder adquisitivo del salario es un tema recurrente en la agenda que las propias bases imponen a su conducción.

La dinámica de crecimiento del mercado interno ha generado, entonces, el renacimiento de una incipiente clase obrera industrial que ha recuperado parcialmente un mercado de trabajo a partir del reemplazo de importaciones (o directamente su cuasi prohibición, con la industria del juguete y del calzado como dos casos arquetípicos). Hay en la memoria reciente de la clase obrera el impacto de los miles de convenios colectivos firmados en los últimos años.

Del mismo modo, aún asordinados para el gran público, los conflictos intrafábrica adquieren una dinámica propia en la cual muchas veces la dirigencia actúa a la zaga de los hechos (comprobable desde Gestamp y Lear hasta Cresta Roja). Y si bien sigue habiendo, a grandes rasgos, dos bandos en la dirigencia sindical (acuerdistas y no acuerdistas) éstos a su vez se dividen en varios subgrupos de imposible predicción en cuanto a sus acciones.

Encorsetar a los trabajadores en el juego de pinzas entre el temor que disciplina y el mantra de la unión y el esfuerzo pareciera -a priori- un juego avezado para ser ejecutado sobre el único campo de batalla que no admite derrotas, el bolsillo del laburante. Vale agregar, a favor de la épica duranbarbística, que estos movimientos tectónicos en los cuales el inconsciente colectivo se expresa a veces modulan con un profundo delay y es sobre esta ventana de tiempo donde el macrismo apuesta a jugar fuerte, pagar todo el costo este año, apretar los bolsillos con «sinceramientos» de precios varios (incluso el salario) y llegar al segundo trimestre del 2017 con una suerte de remake de “salir del infierno” que Nestor Kirchner patentara circa 2005.

Para este relato, “la pax social” se paga vía alivio a obras sociales (algo parecido ya ejecutó Macri con el Sindicato de Municipales porteños en 2008) y con un acompañamiento mediático que ayude a limpiar el imaginario público de los dirigentes sindicales. Además aislando a la izquierda y al kichnerismo residual que salgan a pelear a la calle. Seguramente algún efecto adormecedor a varias causas que andan dando vueltas por Comodoro Py también forman parte del paquete.

El negro capataz

Un diputado del riñon kichnerista duro afirmó con sintesis brutal: “El macrismo es todo una gran operación de prensa”, En esa línea este joven diputado entiende -con inocultable amargura- que Moyano ocupa el lugar discursivo propio del frente sindical no acuerdista en lo público y principal beneficiario del acuerdismo en lo privado. “Cuando Hugo o Pablo cumplan alguna amenaza de las tantas que hacen para completar el relato del monopolio, hablamos…mientras tanto -como decía mi tío- es el negro al que el patrón lo convierte en capataz…porque le conviene al patrón”, señaló.

Con la CGT poskichnerista en crisis de identidad, con la CTA arrinconada entre sus contradicciones y sus egos personales, y con un variopinto collage de actores de base que no logran unificar, siquiera, el ámbito de la discusión, le alcanzó a Moyano con su olfato y el mito para erigirse en primus inter pares una vez más, ya que el único que vio la veta junto a él- Venegas- tiene su techo en la -no menor- hegemonía en la agenda del trabajo rural.

Por su parte los gordos e independientes, y varios oficialistas de todo oficialismo, vuelven a recitar el clásico “los gremios quedan”, y se atrincheran en busca de alguna oportunidad que les permita exorcisar el fantasma de la reedición de un Moyano bendecido por el Presidente de turno.

No obstante, al constituirse en capataz, Moyano y su radio de acción dejan vacante el lugar que hizo de Moyano un dirigente sindical. Algunos miran con atención la conducta de la Asociación Bancaria que -ante un ciclo económico que los debería tener como uno de los pocos gremios con expectativa de crecimiento- empieza a marcar posiciones fuertes frente a conflictos propios y también opina sobre los silencios de otros.