Carlicio Mencri

Una vez más, y profundizando la conducta del gobierno que él encabeza, el Presidente Mauricio Macri martilló sobre las ideas propias de la histórica agenda liberal vernácula: bajar costo salarial, cuestionar las medidas de fuerza de los sindicatos y pedir “resposanbilidad” a éstos últimos y a los empresarios, mientras sólo a los trabajadores se les impone el costo total de la transferencia de recursos que ha implicado -hasta ahora- las políticas económicas de Cambiemos.

No es una originalidad volver sobre las similitudes de este Macri con aquel Carlos Menem de “ramal que para, ramal que cierra”. Ambos transitaron las medidas de ajuste sobre los ingresos y derechos de los trabajadores, armando un cordón sanitario con parte del movimiento obrero organizado que vuelve a reeditarse en estos días con excesiva repetición de actores. Sólo mencionamos a Luis Barrionuevo entre ellos, porque sabemos que en su coherencia siente esto no como un reproche sino motivo de orgullo, cosa que -sin ironía- merece cierto reconocimiento. Otros, que son de fácil deducción para el lector, se escudan en la misma diatriba noventosa: “sino negociamos de esta forma se llevan puesto todo”.

La novedad es que aquellos que en la época de gloria del River de Ramón Díaz y Enzo tenían 50 y algo, hoy ya pisan y/o pasan los 70 y el reloj biológico, junto con la renovación de la base de trabajadores producida por el crecimiento de la economía post crisis 2001, también es un actor en la reconfiguración del Movimiento Obrero. Parece cada vez mas claro que ese proceso encontró un punto de inicio en el ya lejano Confederal del 22 de Agosto, en lugar de ser aquello un punto final de la tan mentada reunificiación.

Por lo pronto, aquel Menem y éste Macri descargan la parte más dolorosa del ajuste sobre los sectores populares, con relativa tranquilidad, la que es aún más encomiable en el caso de Macri puesto que éste carece del colchón de “compañeros” (a excepción del Momo y Barrionuevo) que traía el caudillo riojano.

Así como la historia del movimiento obrero se tragó en el olvido a aquellos que les tocó ser actores de la CGT entre el 55 y el congreso normalizador de 1957 -por suerte sólo quedan anécdotas del triste papel de varios ante el interventor militar de la CGT, Alberto Patrón Laplacette- muchos de los actuales dirigentes que se están despidiendo de la vida pública, y de la otra, deberían reflexionar en la enorme historia de la lucha de los trabajadores a fin de definir ya no cómo lo saludan los amanuenses de turno sino cómo quieren ser recordados. Al fin de cuentas, los libros de historia enseñan que no toda lucha es un conflicto, ni toda negociación un diálogo.