
La inédita protesta patronal-sindical en medio de la pandemia de Coronavirus, que lideraron el viernes Alfredo Coto y Ramón Muerza, el principal referente gremial de la cadena de supermercados, terminó de evidenciar la relación promiscua entre ambos y desató una rebelión de delegados.
El contraste fue muy grande. Los trabajadores de la cadena le enrostran a Muerza que no acompañó las protestas que venían encarando desde que se determinó el aislamiento social preventivo y obligatorio por la falta de insumos de higiene y los sistemáticos incumplimientos en los protocolos de seguridad.
De hecho el dirigente, con sus laderos, llegó rápido para acompañar a Alfredo y pedir que no clausuren la sucursal Ramos Mejía y tardaron horas en aparecer cuando se activó el protocolo por un caso positivo de Coronavirus en la sucursal Once. Algunos dicen que estaban literalmente durmiendo y por eso llegaron pasado el mediodía. Otros creen que fue funcional a la pretensión de la empresa de mantener operativa la tienda.
Como sea, hace algunas horas comenzó a circular un comunicado que lleva la firma de delegados que Coto en el que lo acusan de traidor y avisan que ya no los representa. La respuesta de Muerza, enfurecido, fue mandar a cerrar los grupos de Whatsapp para que no se filtrara la información y ordenar una estricta mano dura con los que se pronuncien en público.
El quiebre de su núcleo más duro de poder parece empezar a sepultar las chances de Muerza de mostrarse como una alternativa a la conducción del gremio mercantil. Hace poco más de un año estuvo a un puñado de votos de romper con la hegemonía de más de tres décadas de Armando Cavalieri. Incluso algunos conocedores del paño mercantil creen que perdió estrictamente por algún artilugio non sancto en los padrones.
Desde entonces fueron todos retrocesos en su camino. Primero perdió el acompañamiento de decenas de cuerpos de delegados porteños, que empezaron a transitar una construcción sin su conducción. Y ahora el desgaste de su imagen en su círculo más chico lo convoca a concentrarse en no terminar de perder lo único que le queda.